AUDIO - La enseñanza contracultural de Iván Loscher


La radio es un negocio, sí. Pero también es libertad. Lo supo Iván Loscher, uno de esos héroes civiles de la radiodifusión venezolana. Formó parte de una generación emblemática de locutores, que se dedicó a explorar las tendencias culturales globales, en años de hervideros ideológicos y rupturas sociales, a finales de los años 60 y principios de la década siguiente

En París ocurría el Mayo Francés. En Estados Unidos avanzaba la lucha por los derechos civiles de la comunidad negra. Y en Venezuela, su generación "era la primera que usaba cabello largo, la primera que fumaba marihuana, la primera que era perseguida por la policía por escandalosa. Entonces más bien había como una especie de sensibilidad compartida, propio de una cofradía, qué se yo, los Cátaros de los años 60. Compartíamos una misma sensibilidad, un mismo saber y por ende también un mismo secreto", nso dijo en 2004.

También fue la primera generación de locutores que decidió, como postura de vida, romper lo establecido, inventar al aire, dejarse llevar por las sensaciones, desde Radio Capital 710 AM, luego en Radio Aeropuerto y en las distintas cabinas de Unión Radio, Éxitos y La Mega. "A los ojos de la gente que hacía las radios tradicionales nosotros éramos unos locos o, en el menor de los casos, unos drogadictos, que fumábamos yerba maldita o qué se yo. No entendieron que es que la cosa estaba cambiando porque el mundo estaba cambiando", añadió entonces en aquella conversación ocurrida en su estudio en Caracas, donde tantas y tantas grabaciones comerciales ocurrieron.


Para Loscher, hacer radio no era cuestión solo de técnica, de pulitura en las formas. "Lo que prevalecía era el querer compartir con mucha gente música que a nosotros nos gustaba y que íbamos teniendo. Era una labor mucho más apasionada, mucho más vinculada con una pasión personal con relación a la música que lo que se hace hoy en día".

Por eso da un respiro saber que nunca abandonó esa manera de hacer las cosas. Si a finales de los años 60 se atrevía a descubrir canciones sin importar sencillos promocionales o duración de los temas -presentaban piezas de hasta 16 minutos de rock progresivo-, en la década de 2010 mantuvo la lucha por lograr eso mismo. Lo hizo siempre aprovechando la alevosía de la noche, el horario que él sabía, como nos confirma Rafael Cadavieco, que está abierto a más locuras porque "los jefes no escuchan a esa hora", según el locutor de El Show de la Mañana.

Y aunque a Iván la vida lo paseó por distintos horarios de transmisión, supo resumir todo ello sin dejar de coquetear con la nocturnidad cuando presentó Por todos estos años en los años 90 y luego de nuevo 20 años después, en la misma emisora aunque de distinto nombre -primero Hit 100 luego Éxitos 99.9 FM. Era una obsesión. Era su manera de hacer las cosas. Y fue afortunado de poder lograrlo gracias a sus credenciales, a su credibilidad, a su profundo conocimiento y pasión del tipo de radio musical que hacía falta escuchar.

En cada una de sus facetas, abriendo ventanas a la música electrónica con el programa Scratch o a las fusiones con Rock en salsa o Salsa en rocas, siempre Loscher buscó hacer de la radio un medio más flexible, adaptado a los tiempos, nunca anquilosado ni estático.

"Un locutor que hace un programa de radio debería tener una enorme sensibilidad y honestidad con lo que va a poner, pero eso ya no existe. Ahora todo viene previamente establecido, con listas de canciones que, en primer lugar, parece que fueran programadas por la CIA, luego se las entregan a las compañías disqueras, las compañías disqueras se las entregan a las radios mundiales amén de que mandan a hacer unos videos para MTV. Entonces hay como una especie de imperialismo de la globalización por parte de las disqueras de qué es lo que tiene que sonar en cualquier parte del mundo, y por ende los discjockeys o los que fungen como tales, si acaso se puede llamar así a esos señores que se sientan detrás de un micrófono a ver qué es lo próximo que va a programar la computadora, ya perdieron total libertad. Entonces, son unas máquinas parlantes", nos dijo en 2004. Fue su lucha. Y ganó.

Por eso a la hora de su partida, cuando se confirma permanente el silencio que empezó hace tres años, lo celebramos por nunca haberse entregado y dejar testimonio de que la radio puede romper los esquemas de quienes le tienen miedo a romper esquemas. Y seguimos su ejemplo.

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